Entre los 2 y los 4 años de edad, los niños afirman su recién descubierta autonomía. Ahora se saben seres distintos, diferentes de sus padres, y necesitan aprender hasta dónde pueden llegar haciendo las cosas a su modo. Simplemente, buscan saber cuál es su poder. Dicho de otra forma: “si lloro... ¿puedo conseguir que la situación cambie?” ¡Se trata de comprobar si pueden controlarnos,
Cómo afrontar las rabietas:
No anticipéis lo que va a ocurrir, ni habléis de la rabieta una vez terminada. Si hacéis comentarios del tipo “y a ver si hoy no montas el número en el supermercado”, lo único que hacéis es animarle. Y los comentarios posteriores sólo sirven para que el niño se dé cuenta de hasta que punto os ha afectado su conducta.
Cómo afrontar las rabietas:
- Mantened la calma, o al menos, no dejéis que el niño perciba que os altera.
- No prestéis atención a la llantina, pero sí al niño. Si, por ejemplo, grita porque no quiere bañarse, actuad como si nada ocurriera mientras le bañáis –contadle una historia, anticipadle lo que va a cenar...–. Aparentad no daros cuenta de su llanto y su resistencia.
- No cedáis a sus requerimientos. Si lo hacéis, estaréis perdidos.
- Más vale prevenir. Observad si las llantinas aparecen con más frecuencia en determinadas situaciones: ir de compras, volver del fin de semana... Tal vez podáis hacer los planes de otra manera, o llevar algo preparado para distraer al niño, por ejemplo.
- Buscad conductas positivas que sean incompatibles con la llantina. Por ejemplo, puede ser el encargado de ir echando los productos en el carro de la compra, o elegir tres canciones para que las cantéis durante el baño.
No anticipéis lo que va a ocurrir, ni habléis de la rabieta una vez terminada. Si hacéis comentarios del tipo “y a ver si hoy no montas el número en el supermercado”, lo único que hacéis es animarle. Y los comentarios posteriores sólo sirven para que el niño se dé cuenta de hasta que punto os ha afectado su conducta.
- No viváis con miedo a las llantinas: es un error adaptar lo que hacemos o dejamos de hacer en función de si el niño va a llorar o no. Si quiere llorar, que llore, pero que no le sirva para nada.