
A partir del séptimo mes empiezas a estar más incómoda por el peso de tu hijo, pero también él, ya que se va haciendo grande y empieza a no caber allí. Y en el noveno mes la placenta comienza a envejecer, por lo que el alimento y el oxígeno que recibe el niño pueden ser escasos en cuestión de días. Es entonces cuando, a través de la telepsiquia, su cerebro se pone en comunicación con el cerebro de la madre, emitiendo hormonas que viajan en la sangre, para que ponga en marcha el parto: empiezan las contracciones.
Se acabó la tranquilidad en la tripa de mamá. Con cada contracción todo se mueve a su alrededor, el útero se encoge por la parte de arriba y el bebé es empujado hacia la salida: el canal vaginal. Aunque tu hijo está soportando una presión extraordinaria al salir por la pelvis de su madre, no hay por qué preocuparse. Es un proceso natural para el que tu hijo está preparado.
Sus glándulas suprarrenales segregan grandes cantidades de adrenalina que pasan a su sangre, lo que mantiene el ritmo cardíaco y facilita el bombeo del corazón. Esto mejora el suministro de sangre, oxígeno y nutrientes al cerebro. En ningún otro momento de la vida del ser humano fluyen tantas hormonas del estrés al mismo tiempo en la sangre. Para que te hagas una idea, es como montar en una montaña rusa y tirarse en puenting al mismo tiempo.
Todo esto es bueno para el niño, ya que le prepara para afrontar la vida fuera del útero. Además, las hormonas del estrés facilitan que el bebé pueda regular su temperatura cuando sale al exterior, aumentan sus reservas de azúcar para que esté alimentado durante las horas del parto y hacen que el corazón bombee más sangre a los órganos.Y al pasar por el canal vaginal, la presión que el bebé siente en el tórax sirve para ayudarle a vaciar el líquido amniótico de sus pulmones, y así poder llenarlos de aire en su primera respiración.
Al cortar el cordón umbilical, el aire infla sus pulmones, como globos, e incluso cambia el recorrido de su circulación sanguínea. Para aliviar tanta confusión es bueno que le pongas sobre tu pecho y le dejes oír los latidos de tu corazón, un ritmo que ya conoce y le reconforta.
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